Discurso fácil

Don Chirimias

Don Chirimias

Con los tiempos que corren es lo más fácil del mundo hacer un discurso político, no hace falta exprimirse mucho los sesos para subirse al carro de la demagogia y ofrecer soluciones a la orden del día para los grandes problemas nacionales. De ahí que tantos candidatos hablan de lo mismo, con palabras distintas y con sutiles matices: hay que luchar contra la corrupción, hay que mejorar el sistema de salud, hay que generar iniciativas productivas para crear empleo y mejorar la educación. 

Aparejando voluntades

Ahora resulta que todos los candidatos son los adalides de la lucha contra el desangre de los recursos públicos y se comprometen a que no se volverá a perder un solo peso del dinero público. Todos entienden y hacen diagnósticos certeros de la situación crítica por la que atraviesa el país; lo demás es carisma y maquinaria política para recoger los votos. Nuestros candidatos políticos son expertos en la realidad colombiana, pero más los son en aparejar voluntades, mover fichas y crear estrategias proselitistas, para beneficiar grupos cerrados y estructuras politiqueras. Aquí en el Cauca lo sabemos de sobra, nuestros representantes y senadores luchan por sus intereses particulares o de grupo, pues el impacto de sus gestión por la gente y las regiones es incipiente y su trabajo mediocre para otra cosa que no sea asegurarse los espacios de poder. La prueba de ello es que muchos candidatos pertenecen al mismo tronco familiar de los dirigentes históricos, los mismos apellidos danzan en el baile electoral de cada periodo, y siguen logrando sus propósitos. 

Indiferencia

Exalcaldes funestos ahora aspiran a cargos representativos, y a nadie le importa. Exgobernadores que salieron untados en el lodo de los malos manejos, se arrogan ahora el derecho a representar nuestros intereses, otros tienen el cinismo de opinar y adherirse a nuevas campañas cuando arrastran un historial terrible, y así seguimos, y no pasa nada. Y esa desconfianza se vuelve visceral, y se traslada a las urnas o por lo menos así ha sucedido hasta ahora; ese es el fundamento de la abstención electoral. A gente se ha ilusionado y bajado de las nubes tantas veces que ya se ha vuelto descreída, y lo peor, indiferente. Y ese es el peor estado posible, pues irónicamente favorece las estructuras tradicionales que perpetúan las mismas prácticas corruptas, el atraso y la pobreza. 
 

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