Ricardo Urrego

Argelia

Ricardo UrregoPor Ricardo Urrego

El Municipio de Argelia, Cauca pasa por los peores momentos de un drama violento entre grupos al margen de la Ley y de un estado que en cabeza el gobierno pareciera mirar para otro lado. Este drama no ha encontrado las soluciones en la asistencia social efectiva y entonces la población viene a quedar entre dos, tres y hasta cuatro fuegos cruzados en donde los habitantes pagan los platos rotos de una guerra en la cual los perdedores son aquellos parroquianos detenidos en sus casas con niños sin posibilidades de asistir a los centros educativos. Pero claro, no importa mucho cuando las autoridades despachan y ejercen gobierno en las ciudades y en centros urbanos con las garantías del bienestar y de la modorra burocrática con sueldos sobre seguro.
Argelia vuelve a figurar como el florero de llorente de un estallido de intereses por un territorio estratégicamente ubicado en Colombia con salida al pacífico en donde se retan a muerte los ilegales por el control territorial, con la ventaja de un estado y sus gobiernos que solo aparecen en momentos de coyuntura y choque pero en nada en una asistencia social que debiera ser prolongada en el tiempo. Hay que decirlo: no solo es Argelia. La muerte ha tocado otras zonas caucanas en los últimos meses y días con el asesinato de líderes indígenas y campesinos de una manera sistemática que pareciera debidamente programada desde no se sabe donde, pero con la efectividad de escoger a sus muertos. La situación duele cuando los niños de Argelia se desplazan hasta Popayán y nos enrostran el drama que padecen sin encontrar el eco de la solución o de las garantías para que no los maten en esta guerra egoísta y de poder y miserable como todas, que engordan el interés y la riqueza personal y nada colectivos de los sembradores de muerte y terror. se dice que el problema en este caso particular puede estar en la siembra de coca y allí encuentran al demonio que se debe desterrar como única solución, cuando en verdad no ven el muerto río arriba en un país que hace mucho tiempo abandonó a los campesinos y los políticos los utilizó para tenerlos como votos fijos sin soluciones efectivas a cambio. 
Valga agregar también que las importaciones de alimentos traídos de otros países golpeó de frente la esperanza de sembrar en Colombia y poder vivir del agro en un territorio que cada vez más le apostó a la potrerización y a los monocultivos de caña y de aceite de palma para alimentar los automotores y, en consecuencia, alimentando de igual manera el desplazamiento y el arrasamiento de bosques nativos. Con este panorama y decisiones no recomendables el futuro de soluciones se ven lejanas pero lo último que perderemos será la esperanza porque rendirse no debe estar en los planes.