Cinismo de los políticos caucanos

Los políticos andan enloquecidos abriendo sedes por todas partes. Tratan de crear un ambiente acogedor, abierto, casi festivo, para que la gente se acerque. Vienen y plantan su sonrisa habitual de cada campaña, se rodean de un séquito de seguidores que los aclaman y los animan en sus discursos. En los tiempos que vivimos una gran parte del esfuerzo proselitista se aplica en las redes sociales, un nuevo escenario para el debate político. Los candidatos llenan estos espacios con eslogan y fotografías, con discursos cortos en donde prometen seguir trabajando por el bienestar de las comunidades. Usan palabras como equipos de trabajo, rutas, convencimiento, valor, entereza, rectitud, compromiso, espacios de participación y concertación, propuestas..
Este ambiente dialogante, participativo, constructivo, desaparece como por arte de magia, un segundo después del cierre de elecciones, sin importar si el proceso fue exitoso o si el andamiaje se vino al suelo. Así cada año, se invierten millonarios recursos y se paga una gran parafernalia, pero  luego todo se apaga. La fiesta llega a su fin, los votantes, los líderes, las comunidades ya no interesan. El político se va casi sin despedirse, adiós, ahí nos vemos. 
Pero la gente, poco a poco, ha dejado de creerles. El pueblo ya no traga entero, los tienen en la mira. El cinismo sistemático empieza a ser demasiado evidente. Unos llegan con juguetes, de los más baratos que encontraron, para seducir la gente en una humilde vereda y reciben el rechazo. Otros son abucheados por intentar colar su publicidad en un evento cultural y son víctimas del escarnio. La gente cansada de la pobreza, de la desigualdad infame, de la falta de esperanza, empieza a hartarse un poco de estos personajes a los que antaño les mataban gallinas y recibían en la provincia entre vítores, como los salvadores, como los doctores que iban a sacar al pueblo de sus miserias. Pero las aguas del tiempo ha seguido su implacable discurrir y han ido develando el engaño, la mentira, la falsedad, el manoseo, y sobre todo la inutilidad de nuestros políticos. El Cauca viaja a la deriva, sin un liderazgo, sin futuro. Unos pocos gamonales se reparten las tajadas burocráticas solucionan sus asuntos y eso es todo. No sabemos en qué medida esta desazón generalizada de las mayorías se pueda convertir en un motor de transformaciones, no sabemos si esa especie de despertar, ese abrir los ojos al menos de las nuevas generaciones, se vaya a trasladar efectivamente a las urnas, o si por el contrario las maquinarias clientelistas seguirán controlando los espacios de poder en este departamento tan expoliado y maltratado. Esperemos que no. Ya es hora de reaccionar.

Por Jair A. Dorado