Cómo es la «Colombia chiquita» de Monterrey, la ciudad mexicana donde los «kolombia» viven la cumbia y el vallenato con fervor y sabor

"Colombia chiquita"

En medio de las montañas de Monterrey, México, hay una pequeña Colombia, una Kolombia, una Colombia Regia.

Es un lugar donde ambos países se conectan por la fiesta y el baile, pero también por el desarraigo y la nostalgia.

«Es un Macondo musical», le dice, productor musical y coleccionista de discos de Monterrey, refiriéndose al mundo de realismo mágico creado por el escritor colombiano Gabriel García Márquez.

En esta ciudad del norte de México la cumbia colombiana se instaló hace más de 50 años, con toda su carga histórica, social y cultural.
Y tal es el peso de la cumbia, que aún hoy en barrios como La Independencia o La Campana viven los kolombia, los colombia… o los cholombianos, como algunos también se refieren a ellos.
«Los colombia, así nos bautizamos aquí por el gusto por la cumbia», le explica a José Gregorio Castillo, un diseñador que trabaja como serigrafista para grupos de música colombiana en Monterrey.

Los colombia como Castillo son solo una parte de la cultura cumbiambera que se respira en Monterrey y que hoy es parte de la identidad de la ciudad.

En las calles del centro se ven los afiches que anuncian presentaciones de grupos de cumbia, hay bares dedicados a este tipo de música, y en algunos lugares se reúnen coleccionistas y colombias a conversar sobre la historia de la cumbia y su presencia en Monterrey.

En los locales comerciales suenan cumbias y vallenatos, su género musical hermano, que también es parte fundamental del folclor colombiano, y hasta hay una tienda dedicada a vender artículos típicos de la cultura colombiana como mochilas, sombreros y souvenires de los ídolos de esta música en Colombia.
«Es una Colombia chiquita», le dice a  Gabriel Dueñez, coleccionista y sonidero, como se les llama a quienes con sus discos de vinilo impulsaron la cultura cumbiambera en la ciudad.

Recorrimos esa Colombia chiquita que se formó gracias a la cumbia.

Un continente unido por el ritmo
La cumbia nació en la zona norte de Colombia, como una mezcla de la percusión de los esclavos africanos, las gaitas de los indígenas nativos y los cantos de los colonos españoles.

Hoy se ha extendido por todo el continente, desde México hasta Chile y Argentina, y su cadencia es parte clave de varios éxitos de la música pop, el hip hop y el reggaetón.
Cada país las ha ido adaptando a su entorno, como las cumbias villeras de Argentina; o las cumbias amazónicas de Perú.

Pero en Monterrey, la conexión con Colombia es evidente.

En la ciudad existen grupos musicales que desde su nombre rinden homenaje a Colombia, a la cumbia y el vallenato.

Los Socios de Colombia, Los niños vallenatos, Pasión Vallenata, Los Vallenatos de la Cumbia, La Universidad de la Cumbia, La Tropa Colombiana, Las Amazonas del Vallenato, Las Amantes del Vallenato.
Y muchos de ellos han adoptado la letra K como un distintivo del sentimiento cumbiambero y colombiano.

El Klan Barranquillero (por Barranquilla, una ciudad del Caribe colombiano), Los Kumbiamberos RS, Eskándalo Vallenato…

Y tal vez el más famoso de ellos: Celso Piña y su Ronda Bogotá.

Piña murió en 2019, pero sus familiares mantienen viva la banda Ronda Bogotá.

Estos grupos son los herederos de una tradición que comenzó hacia los años 60, cuando a Monterrey llegaron los primeros vinilos de música cumbia.
Así, en México comenzaron a sonar los cantos de juglares colombianos como Los Corraleros de Majagual, Aníbal Velásquez, Lisandro Meza, Andrés Landero, Alfredo Gutiérrez, Aniceto Molina, Plutarco Urrutia o Policarpo Calle.

Estos discos llegaron por dos lados: por el norte y por el sur, explica Toy Selectah.

Por una parte, llegaban desde Ciudad de México, pero por otra llegaban desde Texas, en Estados Unidos, de donde migrantes colombianos viajaban a Monterrey acompañados de su música.

Al llegar a Monterrey, «esos discos nunca regresaron», cuenta el productor. «Se quedaron aquí en manos de algún personaje de la colonia Independencia».
El barrio la Independencia es un sector popular de Monterrey, que se fundó en gran parte por migrantes y campesinos de otras partes de México que venían a buscar nuevas oportunidades a una ciudad en crecimiento.

«Ni la música de la clase social alta, ni la música tradicional que en este caso era la música norteña representaba el sentimiento de la gente que venía llegando a la ciudad», señala Selectah.

«Y ahí se juntan el hambre y las ganas de comer», dice.
«Los discos de música colombiana con ese lamento, con esa añoranza campesina, con esa forma de expresar esas lejanías, esas ganas de sentir la tierra, de acordarse del origen… Pasaba a ser la elección de los despojados, de los recién llegados, de los que no eran de aquí, pero se hicieron de aquí».

Así, la cumbia pasó a ser la música de gente de origen campesino que se convirtieron en trabajadores urbanos que sentían «una nostalgia de algo que ya no está más entre el concreto y la varilla de las colonias populares», como se describe en el Mapa de la Colombia Regia, una reciente publicación del colectivo Campo Semántico que explora la cultura de la cumbia en Monterrey.
La Colombia Regia, como se le conoce a este fenómeno de la «Colombia chiquita», es una mezcla del país que dio origen a la cumbia y el gentilicio de Monterrey, a quienes se les llama regiomontanos, o simplemente regios.

Los kolombia
Y con la cumbia surgieron los colombia, los kolombia.

«La cumbia la agarramos como un estilo de vida. Naces aquí en Monterrey y casi la mayoría escucha pura cumbia, creces con cumbia y adonde sea que vayas se escucha cumbia», le dice a BBC Mundo Ángel Gutiérrez, un colombia que pertenece al grupo de baile Unión de Cumbia de la colonia Independencia.
Al principio, muchos colombia eran jóvenes que escuchaban rock, metal o punk, pero que al descubrir la cumbia se sintieron identificados.

«Los colombia al principio pudieron haber sido como una transmutación de los punks, que de una u otra forma empezaron a encontrar códigos que les permitieran ser únicos, duros, auténticos», indica Selectah.

Así, durante décadas, fueron identificándose con una mezcla de estilos que tomaban elementos de lo chicano, el hip hop, el punk y lo tropical, junto a elementos religiosos muy mexicanos, como los escapularios o la Virgen de Guadalupe.
Esa apariencia y el hecho de que se les relacionara con pandillas y el consumo de drogas, comenzaron a marcar un estigma sobre muchos colombia.

«Se nos fue haciendo discriminación», dice Gutiérrez.

«A veces te agarraba la policía y te cortaban el pelo nomás porque sí, porque era mala imagen».
Para Ivonne Azpeytia, organizadora del festival Monterrey Cumbia Fest y quien ha estado investigando este movimiento cultural, la aparición de los colombia significó un reto para Monterrey.

«Como sociedad nos costó mucho entender esa expresión de jóvenes que se sentían hechos a un lado por la música que escuchaban, por la manera en la que se vestían, por cómo hablaban», dice Azpeytia .

Con el tiempo, la mayoría de los colombia se fueron volviendo más discretos, con apariencias menos llamativas.
«La discriminación nos hizo cambiar la vestimenta, y más que nada vas cambiando poco a poco con los años. En su momento era una moda, pero esa moda ahora la llevamos por dentro», dice Ángel Guitérrez.

La cumbia rebajada
La cumbia que llegó a Monterrey tuvo un giro inesperado, a partir del cual nació su sello distintivo.

En las largas noches de baile de cumbia en la Independencia, los sonideros ponen sus discos unos tras otros, sin parar.
Así, en una de esas noches, después de siete horas poniendo música, al sonidero Gabriel Dueñez comenzó a fallarle su equipo de sonido, y las canciones comenzaron a sonar más lentas, con lo cual se extendía la cadencia y se creaba un ritmo casi hipnótico.

A los bailadores les gustó ese son casi psicodélico y desde entonces en las fiestas no podían faltar las cumbias que sonaban a menor revolución en el tocadiscos.

Había nacido la cumbia rebajada.

«Yo creo que al oír el ritmo más lento, los colombianitos, la raza, le agarran más sabor, se sienten más inspirados», apunta Dueñez.
El estilo de los colombia y su gusto por la cumbia rebajada quedó plasmado en la película «Ya no estoy aquí», dirigida por Fernando Frías de la Parra y que se estrenó en Netflix en 2019.

Cumbia viva
«Hay colombianos que han venido aquí y se quedan sorprendidos con lo que pasa en Monterrey», le dice Ángel Arauza, un joven cantante de cumbia.

Arauza comenzó cantando en buses y restaurantes y este año lanzó un disco de éxitos cumbiamberos.

Cómo él, otros jóvenes y veteranos siguen manteniendo vivo el espíritu de la cumbia en la ciudad.
«Hay juglares de Colombia que no les dieron su lugar en su país y aquí los quieren, los aman, los respetan y son unos ídolos», le cuenta Mario Durán, el dueño de una tienda en el centro de Monterrey, donde vende toda clase de artículos relacionados con el folclor colombiano, desde llaveros y billeteras hasta sombreros y afiches de grupos legendarios como El Binomio de Oro.

«Soy mexicolombiano», dice Durán entre risas, mientras usa una camiseta de la selección Colombia de fútbol y un tapabocas con el tricolor amarillo, azul y rojo.
A su tienda llegan fanáticos de la cumbia a comprar sombreros y mochilas, o simplemente a conversar sobre la música que los une.

En el barrio La Independencia, «la mera mata de la cumbia en Monterrey», como la llama Ángel Guitiérrez, es común ver grafitis y murales con los colores de la bandera colombiana.
En los bajos del Puente del Papa que conecta con ese barrio, los cumbiamberos se reúnen a escuchar su música y a intercambiar discos, mientras lucen orgullosos la bandera de Colombia y los sombreros vueltiaos, típicos del Caribe colombiano.

«Fuera de Colombia, Monterrey es la segunda casa de la cumbia», dice Ivonne Azpeytia.

«Monterrey va a seguir impulsando la cumbia hasta los fines de la historia».