Aunque se ha vuelto costumbre afirmar que la corrupción del ser humano y las instituciones, son un flagelo reciente que afecta a las sociedades modernas, la historia y la experiencia nos indican lo contrario. El filósofo Rousseau, acuñó la famosa frase “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. La idea de Rousseau era justificar el Estado, el cual existiría porque los hombres deciden unirse por la imposibilidad de vivir en solitario. Es un mal necesario. Y es precisamente la cultura y la vida social la que corrompe la naturaleza humana, pues tal y como el filósofo suizo concibe a los seres humanos, estos nacen buenos.
Indagar la preexistencia genética de la tendencia a la maldad y la corrupción en el ser humano, sería una labor trabajosa. Debemos analizar el tema desde el punto de vista social, en el sentido del ser humano como miembro de una colectividad, de una estructura. Y aquí la historia es muy clara: en el ancho mundo y por todas partes, nunca han escaseado los corruptos… “El mundo fue y será una porquería”…..En la antigua Roma, asesinos, ladrones o mafiosos campaban a sus anchas por el Imperio siendo escasos los recursos invertidos en la lucha contra la criminalidad. Las autoridades locales eran casi siempre las encargadas de sofocar las revueltas. En el mundo cananeo, el profeta Isaías regañaba a sus coterráneos: ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, hijos corrompidos! Han abandonado al SEÑOR, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de Él. En la literatura abundan ejemplos de las prácticas corruptas en distintas épocas y culturas. El Quijote de la Mancha es una obra que caricaturiza los valores morales frente a un mundo en el que acampa la mentira, el hurto, la codicia y la maldad. Ni que decir de las obras de la picaresca, con El Buscón y El Lazarillo de Tormes, cuyos personajes sobreviven en ambientes abyectos y corruptos.Colombia es el pobre resultado de un devenir antiguo. Es una patria expoliada hasta el cansancio. Cientos se han enriquecido hasta límites obscenos a costa de millones que luchan contra corriente. El agravante es que aquí el corrupto goza de inquietante estatus: son más vivos. Muchos quieren imitarlos.