Al fin empieza a crearse una especie de consenso político en relación a la necesidad de romper las dinámicas delincuenciales mediante la inversión social y económica en los territorios histórica y vergonzosamente abandonados por el Estado, donde el delito halla una sopa fértil en la pobreza y la desigualdad económica.
Los mejores años
Y eso vale para el campo y las ciudades, donde miles de jóvenes con buenas intenciones acaban perdiéndose porque no encuentran una actividad o un propósito para invertir las energías de sus mejores años.
Tentaciones
Miles de jóvenes con la mente alborotada sucumben a la tentación de los vicios y los delitos menores porque no hay quien les dé esperanza de nada; ni de trabajo ni de estudio. Los escenarios deportivos ayudan pues el deporte trae consigo unos valiosos valores, despejan la mente, ofrecen nuevas perspectivas.
Pero el deporte no es suficiente. Frente a la crisis económica y a la existencia de escenarios extremadamente vulnerables, esos muchachos sienten la angustia de no poder llevar algo de dinero a casa y finalmente echan mano de lo que pueden. Así es la vida.
Esperanza
Por eso el Gobierno debe enfocar sus inversiones públicas en generar escenarios esperanzadores, posibilidades de estudio o trabajo reales para las nuevas generaciones. Muchas veces la diferencia entre la cárcel y la libertad es la falta de oportunidades.
Ladronzuelos
Cuando la gente enardecida hace justicia propia contra el ladronzuelo callejero que ha sido sorprendido robando un celular y le propina una brutal golpiza, seguramente está dándole un escarmiento a la persona equivocada, a alguien que el fondo es una víctima de un sistema corrupto, donde el dinero que debería haberse invertido en ofrecer oportunidades para él, acaba en los bolsillos de unos avivatos que jamás serán castigados.