Cada 28 de junio el mundo se une para celebrar el Día Mundial del Árbol, una jornada que busca reconectar a las personas con la naturaleza. Su origen se remonta a una recomendación del Congreso Forestal Mundial (Roma, 1969) y fue adoptada por la FAO dos años después.
Desde entonces, se ha convertido en un evento global que promueve la reforestación, la sensibilización ambiental y el desarrollo sostenible.

Más que un paisaje: una función vital
Los árboles realizan múltiples funciones: purifican el aire, generan oxígeno, atrapan CO₂, evitan erosión, absorben contaminantes, albergan fauna y regulan el clima. Son generadores de vida tanto en solitario como en conjunto, cuando forman bosques, selvas o manglares.
Un solo árbol puede filtrar hasta 800 kg de dióxido de carbono por año, y especies como el arce pueden capturar 20 kg de polvo atmosférico.
Un futuro en juego
La deforestación afecta a más de 10 millones de hectáreas cada año. Este fenómeno provoca la pérdida acelerada de biodiversidad, agrava el cambio climático y afecta a comunidades humanas que dependen de los bosques para subsistir.
Frente a esto, se necesitan leyes más firmes, modelos económicos sostenibles y una transformación cultural que valore a los árboles no solo por sus recursos, sino por su rol insustituible en la supervivencia colectiva.
Acciones que cuentan
- Participar en jornadas de educación ambiental.
- Plantar especies nativas en lugar de árboles ornamentales.
- Evitar el consumo de productos que provengan de deforestación ilegal.
- Conectar emocionalmente con la naturaleza.
La celebración del Día Mundial del Árbol es también un recordatorio silencioso de que, sin sombra, sin raíces y sin árboles, el futuro se torna árido.