Por Ricardo Urrego
El país da para mucho y los millones de colombianos quedan estupefactos ante las continuas desvergüenzas de algunos funcionarios públicos en puestos de mando. Aquí se están robando hasta la comida que debe llegar a las escuelas para alimentar a los niños. Desde los alimentos hasta las grandes obras de infraestructura caen en las garras de estos delincuentes arropados de influencias y amiguismos politiqueros. En esta vorágine no vemos soluciones próximas cuando en el horizonte el traspaso del poder sigue siendo amañado y los amigos le entregan el destino nacional a sus amigos. Así viene pasando desde hace más de un siglo y nada mejor para ejemplo que recordar el famoso Frente Nacional en el cual se turnaron en el poder por unos buenos considerables años los dos partidos liberal y conservador que de enemigos solo los diferenciaban sus colores. Hemos caído tan duro en un fondo que de verdad, es mejor pensar en gente nueva que nunca haya pisado el congreso y que el nuevo presidente de Colombia no sea ni conservador ni liberal porque estos dos partidos no han solucionado las cosas durante cien años y con el partido del Uribismo, del Centro Democrático o de religiosos, si que peor. En una visita personal al actual presidente mexicano López Obrador le escuché decir que las extremas se juntan y lo afirmaba levantando el brazo izquierdo y el derecho y juntándolos sobre su cabeza. En conclusión puede afirmarse que la población se “mamó” de tanta corrupción y desidia gubernamental aliada a los malos procederes para beneficio de empresarios y oligarquías con el acompañamiento de familias eternizadas en los beneficios a costa de un país y de una población. Cuando entendamos que esas cosas no son normales habremos despertado de un letargo catastrófico y que en vez de verlos como insignes personajes los vamos a ver como los verdaderos responsables de la inequidad general de la gran mayoría. Recordemos que el país no aguanta y lo demostró el pasado Paro Nacional en el cual asesinaron a los jóvenes indignados ante un estado que no les responde a soluciones y los acorrala cada vez mas en la incertidumbre de un futuro sin salidas para la vida digna y al contrario, los ataca y los mata en las calles como sucedió en procedimientos peores o iguales a las funestas dictaduras de la década del setenta en América Latina.