Una de las pocas cosas buenas que nos dejó la pandemia y los ya lejanos días de cuarentena, fue la reflexión sobre la necesidad urgente de generar procesos de autonomía alimentaria, ante la escasez y encarecimiento de los alimentos en tiempos de crisis. Desde los días del aislamiento obligatorio preventivo se empezaron a activar varios procesos de huertas comunitarias en Popayán. Destacamos la iniciativa ‘Agricultura urbana barrios del Norte’ con ollas comunitarias y capacitaciones en agricultura sostenible. También nació un proceso muy interesante liderado por las mujeres en el Canal de La Florida, el de La Paz, entre otros. En un momento se levantaron aproximadamente 30 proyectos. Muchos de estos esfuerzos colectivos empezaron con mucho entusiasmo, por la necesidad de muchas personas de asegurar al menos los alimentos, pero a medida que se fueron reactivando las actividades económicas se han ido debilitando. Desde los colectivos que promueven estos procesos se explica que si bien con el advenimiento de la pandemia estas iniciativas de alguna manera cobraron más sentido, ya se venían trabajando desde hace varios años, y de lo que se trata es que continúen en tiempos de postpandemia como una manera de afrontar la crisis que nos quedó. Las huertas urbanas en barrios como Loma de la Virgen y los Naranjos se han convertido en los lugares de encuentro comunitarios en estos sectores que actualmente ya disfrutan de los frutos de sus cosechas. De esta manera, la conexión con el medio ambiente se ha convertido en algo primordial y más aún la necesidad de producir los propios alimentos. Estos procesos comunitarios no sólo ayudan a que las personas se concienticen en el consumo de alimentos sanos, sino que aporta a la unión entre vecinos. Pueden ser escenarios de convergencia ciudadanía dentro de las ciudades, también se convierten en refugios de fauna y flora, además que permite recuperar saberes y tradiciones que con el pasar del tiempo se han ido perdiendo o se han dejado de lado. En este sentido es muy positivo que se vinculen las entidades oficiales, como en el caso del barrio Los Naranjos donde se inauguró un vivero comunal con el apoyo de la Cruz Roja y la Universidad del Cauca. El vivero hace parte de una serie de proyectos entre los que se cuentan huertos urbanos, mercados indígenas y campesinos, capacitaciones, todo con el fin de fortalecer los procesos de soberanía alimentaria y autogestión. Además se impulsan actividades ambientales que buscan proteger el patrimonio natural compuesto principalmente por la quebrada Oxígeno Verde y el humedal San Antonio de Padua. Queremos pues felicitar a los líderes y las comunidades que hacen parte de estos proyectos que no solo siembran frutas y hortalizas, sino que plantan semillas de vida para las futuras generaciones.