En Cúcuta, un grupo de narcotraficantes venezolanos y otros fueron asesinados por venganza de carteles

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Un mes antes de que ocurriera la matanza en la entrada del colegio Santo Ángel de la Guarda en Cúcuta, el pasado sábado 14 de septiembre, los miembros de una banda criminal se reunieron en un lugar de El Zulia con emisarios enviados por importantes narcotraficantes mexicanos y venezolanos para acordar un pago.

El encuentro fue breve. Solo se brindó tiempo para perfeccionar los detalles de cómo se llevaría a cabo la orden emitida por los líderes de uno de los carteles de México y Los Soles, para asesinar a alguien que aparentemente tenía una gran cantidad de dólares perteneciente a estas organizaciones mafiosas.

Para evitar que las autoridades frustraran el macabro plan, se habría calculado cuántas personas participarían, qué tipo de armas usarían y cómo las transportarían. Además, se habló sobre la cantidad de dinero que pagarían por llevar a cabo el ataque.

Los encargados de la cita criminal sabían que el objetivo era difícil, ya que su víctima contaba con escoltas y se trasladaba en un vehículo blindado, por lo que debían planificar todo adecuadamente.

Esta parte de la historia de ese aterrador hecho, también la han logrado conocer las autoridades tras varios días de indagaciones que viene adelantando un grupo interinstitucional que organizó la Policía Metropolitana y el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) para capturar a los responsables.

¿Cuál era su propósito?

Al diario local La Opinión se le informó por fuentes no oficiales que habría mantenido una relación con el propietario de una empresa de juegos de azar, así como haber invertido en varias empresas en Cúcuta. Además, se le informó que habría contribuido con fondos a algunas campañas políticas en las elecciones anteriores.

En Venezuela, un medio de comunicación informó que Osorio Chacín, de 45 años, provenía de la parroquia Libertad, en el municipio Machiques de Perijá, pero se había mudado desde hace mucho tiempo.

En la finca conocida como El Balcón, según las autoridades, se habría obtenido un espacio donde el dueño descargaba los envíos y se encontraba un centro de elaboración de cocaína.

Luego de ese operativo, Luis Osorio salió de Venezuela para venirse a radicar en Cúcuta, huyendo presuntamente de las autoridades de su país. “Pero eventualmente visitaba a su familia en la urbanización Tinaquillo de Machiques, hasta 2020, que por situación de la pandemia (COVID-19) se le complicó el paso de Colombia a Venezuela”, precisó el medio de comunicación.

Así se llevó a cabo el plan.

Después de un período de varias semanas de vigilancia por parte del grupo de criminales contratado por los narcos y de preparación de todo, el día indicado para llevar a cabo el delito fue el 14 de septiembre.

Los delincuentes comenzaron a perseguir a Luis Osorio Chacín en varios vehículos desde temprano ese día, con la intención de encontrar el momento adecuado, ya que el sábado se llevarían a cabo las interclases en el colegio Santo Ángel, donde el ganadero venezolano estaría presente con su familia.

Fue así como coordinaron el uso de dos carros y dos motos y la participación de al menos siete personas que se quedaron acechando a Osorio, quien llegó al plantel educativo ubicado cerca de Pinar del Río, con su familia y dos escoltas.

Se dice que Luis Osorio se habría mostrado inquieto ese día y les habría pedido a los escoltas que estuvieran atentos a cualquier situación sospechosa, ya que podría haber anticipado algo que podría ocurrir.

A pesar de la advertencia, ni el comerciante venezolano ni sus soldados de seguridad detectaron que unos automóviles, incluyendo un Chevrolet Sail gris con placas UBV-426, junto con dos motocicletas, los observaban de cerca.

Momento de la tragedia

Ya estaban conscientes de que llegaría el momento oportuno para llevar a cabo la acción prevista. Los criminales se alistaron con sus armas cuando las personas comenzaron a salir del colegio a las 7:30 de la noche.

Una vez cumplido el objetivo de asesinar al empresario venezolano, los pistoleros corrieron al Chevrolet Sail gris y emprendieron la huida con rumbo al Anillo Vial Occidental, pasando por el frente de las instalaciones de la Brigada 30 del Ejército.

La masacre arrojó como saldo sangriento la muerte de Luis Osorio, su hijo de 14 años y el escolta Ulises Gélvez, mientras que dos niñas y el otro miembro de seguridad resultaron heridos.