INFANCIA EN PELIGRO

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La violencia contra los niños en Colombia es una crisis que refleja no solo la descomposición social, sino también la fragilidad de los entornos familiares. Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), más de 19.000 menores fueron víctimas de abuso sexual en 2024, y en casi la mayoría de los casos, el agresor fue un familiar. Estos datos evidencian un panorama aterrador: los espacios que deberían proteger a los niños se convierten en su mayor amenaza.

Es profundamente preocupante que los hogares, lugares destinados a la protección y el desarrollo, terminen siendo recordados por los niños como espacios de sufrimiento. ¿Qué estamos transmitiendo a nuestras futuras generaciones? Si los niños crecen en entornos donde la violencia es recurrente, existe un alto riesgo de perpetuar estos patrones. Por el contrario, aquellos que intentan romperlos cargan con traumas difíciles de sanar. ¿Cómo puede alguien proyectar un futuro esperanzador cuando su infancia está marcada por el dolor?

Más alarmante aún es la indiferencia social y estatal ante esta problemática. La impunidad es la norma: cerca del 98% de los casos de violencia infantil no reciben justicia. Esto no solo perpetúa el daño, sino que envía un mensaje devastador de normalización. ¿Cómo podemos esperar que nuestros niños se sientan seguros fuera de casa, si ni siquiera encuentran seguridad en su propio entorno?

Como sociedad, debemos reflexionar profundamente. Si el núcleo familiar, el primer vínculo social de los niños, falla en protegerlos, ¿Qué mensaje estamos enviando? Es hora de exigir al Estado políticas públicas más contundentes, pero también de replantearnos como familias. Los niños merecen crecer en entornos que promuevan el respeto, el amor y la seguridad. Solo así podemos romper las cadenas de violencia y evitar que esta herida siga marcando el futuro de los niños en Colombia.