Intolerancia en la Iglesia

 

Una familia; papá, mamá y una niña de unos 3 años de edad asisten el domingo en la mañana a la Eucaristía en un templo católico de Popayán. Ocupan las primeras bancas, frente al altar. La ceremonia transcurre con normalidad, la niña a pesar de mostrase un poco inquieta, de caminar de aquí para allá y cambiar de posición, no genera ningún desorden mayor, no hay gritos, llantos, ni carreras. Es más, la pequeña es muy graciosa y parece disfrutar del ambiente religioso, se sabe varias canciones y oraciones de la liturgia.  

Intolerancia en la iglesia

Sus padres la vigilan de cerca y tratan de tenerla controlada. Le dan una moneda para que la chiquilla de la limosna, algo que la llena de emoción. Cuando llega el momento de recibir la Comunión acompaña a su madre y contempla en silencio ese acto sagrado. Cuando la misa llega a su fin, dice: muchas gracias padre y algunos feligreses sonríen. La familia se dirige a la puerta para continuar su domingo pero es alcanzada por una de las mujeres que ayudan al oficio. El padre la recibe con una sonrisa, piensa que la mujer va a recordarles algo especial pues es la primera vez que ve a la familia completa en la misa. Pero lentamente la sonrisa del padre de familia se amarga, pues a lo que la mujer ha venido tan de prisa es a hacerles un duro reproche. Empieza a cuestionar la calidad de la educación que le están dando a la niña, pues no tienen ninguna autoridad, y esa pequeña los está manejando a su antojo. Luego viene la amenaza: “La próxima vez les voy a llamar la atención en público delante de todos”. 

Dejad que los niños…

Los padres y la niña no salen de su asombro ante lo que está diciendo esa mujer bajita, que los mira con ira. “¿Pero qué es lo que hizo la niña?”, pregunta un poco amedrentado el papá. La enérgica sacristana le clava una mirada. “Pues que se la pasa saltando todo el tiempo. Yo he sido docente y no sabe cómo es dar clases con un niño saltando”. El papá replica que no está de acuerdo, la niña no ha hecho ningún daño y en términos generales tiene un comportamiento normal en un niño de su edad. Pero parece que está equivocado. Se retira, conteniéndose un poco porque no es plan ponerse a discutir en una iglesia, con una mujer vestida con una bata blanca. El hombre por su trabajo casi nunca puede acompañar a su mujer a la misa, y no es especialmente creyente. Este domingo hubiese querido quedarse en cama descansando todo el día pero finalmente cedió . No se arrepintió, halló mucho sentido en las palabras del sacerdote y en algún momento sintió una profunda paz interior. Pero no regresará. Echa una última mirada a la iglesia y sale hacia la mañana luminosa.

Jair A. Dorado