La coca como insumo industrial

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La violencia y el conflicto armado que se han vivido durante décadas en Colombia y que departamentos como el Cauca han sufrido con crudeza, han estado indefectiblemente unidos a los cultivos de uso ilícito y a sus procesos de transformación. Es evidente que los cultivos de coca, amapola y marihuana están fuertemente asociados a la financiación de los grupos armados ilegales. A falta de un patrocinador externo los grupos irregulares encuentran en el control de los territorios donde se producen estos cultivos, su fuente central de recursos. Este dominio se logra mediante la violencia y la intimidación sobre las comunidades. Por lo tanto hay  una relación evidente entre la expansión de los cultivos ilícitos y la actividad de los actores armados ilegales. En estos territorios la presencia del Estado es débil y el monopolio de la fuerza lo ejercen los grupos ilegales que se fueron reconfigurando después de los acuerdos de Paz, siempre alrededor de los principales centros de producción de cultivos ilícitos. Por lo tanto donde hay cultivos ilícitos siempre, por lógica habrá violencia. Durante décadas el gobierno ha intentado recuperar esos territorios con estrategias militaristas y el fracaso es evidente: hoy los grupos al margen de la ley están más fortalecidos que nunca y conviven con las comunidades productoras con uso acuerdos más o menos beneficiosos para las dos partes: Los grupos ilegales cumplen una función de grupos privados de seguridad, mantienen cierto orden, de alguna manera regulan el mercado. Garantizan el transporte de insumos y de estupefacientes. A cambio reciben un porcentaje de las ventas u operan directamente como intermediarios obteniendo millonarios ingresos.Con el freno a la fumigación con glifosato, lo que se espera es que las áreas de cultivo se sigan expandiendo. El gran reto del Gobierno colombiano y la sociedad en general debe seguir siendo el de  promover el desarrollo y la paz en sus regiones cocaleras y detener el flujo de coca para fines ilícitos. En Colombia no se ha considerado de manera seria la posibilidad de promover el desarrollo con coca, el discurso sigue siendo la estigmatización del cocalero, al que se los eñala como culpable del fenómeno del narcotráfico. Se trata de poner sobre la mesa el debate de la coca como un producto agrícola con amplias oportunidades de industrialización en el marco de las leyes nacionales e internacionales. Hay que plantear este enfoque no como un discurso demagógico si no como una propuesta bien sustentada, que se pueda diseñar una industria alrededor de la coca que suministre buenos ingresos a sus cultivadores, provea calidad en sus materias primas para los transformadores, y garantice una cadena productiva estable conforme a las normas nacionales e internacionales.