La comunidad atrapó a unos ladrones en flagrancia

El hecho, en plena vereda

El pasado miércoles 16 de abril, en la vereda Cruz de Bonza, zona rural de Paipa, se presentó un nuevo episodio de inseguridad que vuelve a poner en vilo a los habitantes. Varios hombres habrían ingresado a una vivienda con la supuesta intención de robar, según denunció públicamente un ciudadano.

La casa pertenece a los padres del denunciante, quien publicó en redes sociales imágenes de los presuntos responsables del hecho. Gracias a la reacción oportuna y solidaria de los vecinos, los sujetos fueron retenidos mientras llegaban las autoridades.

El valor de la comunidad… y la ausencia del Estado

Una vez más, fue la comunidad la que respondió. La que salió, la que impidió la fuga, la que puso el pecho, la que llamó, la que actuó. Pero también la que siente que si ellos no hacen algo, nadie más lo hará.

Y es que no es la primera vez que en Paipa la ciudadanía tiene que hacerle frente, por su cuenta, a una delincuencia que cada día se siente más descarada. En barrios, veredas, incluso en plenas zonas céntricas, los hurtos no paran.

¿Dónde están las autoridades?

“¿Que denunciemos? ¿A quiénes, si aquí no aparece ni la policía?”, dicen muchos paipanos en redes, con rabia contenida. El abandono que sienten va más allá de un patrullero ausente. Es una desconfianza que se ha sembrado lentamente, entre denuncias ignoradas, procesos sin respuesta y operativos que, cuando llegan, lo hacen tarde y sin impacto.

La sensación generalizada es clara: la comunidad se siente sola. Y esa soledad, esa falta de presencia institucional, es un caldo de cultivo peligroso: genera desconfianza, rabia, frustración, incluso ganas de tomar justicia por mano propia.

¿Qué pasaría si se confirma el delito?

En caso de que las autoridades confirmen que los sujetos retenidos efectivamente intentaban cometer un hurto, podrían enfrentarse al delito de hurto calificado y agravado, conforme al artículo 240 del Código Penal Colombiano. El hurto, entendido como la apropiación ilícita de un bien ajeno con ánimo de lucro, tiene una pena base de entre 32 y 108 meses de prisión, dependiendo de factores como el monto hurtado, el medio empleado y el grado de violencia.

Pero aquí viene el otro punto: el sinsabor de que, pese a ser capturados, el sistema los suelte. Que todo quede en una estación, en una excusa, en un tecnicismo. Y ahí es donde el hartazgo social se vuelve más peligroso que el propio ladrón.

Una delincuencia que se prolifera como una plaga, mientras las soluciones no llegan

El caso de Cruz de Bonza no es aislado. En los últimos meses, Paipa ha sido escenario de varios robos, algunos de ellos registrados en video, donde los ladrones entran con descaro a casas y negocios.

La percepción ciudadana es clara: la inseguridad está en aumento, y la respuesta institucional no está a la altura. Hay quienes sienten que la Policía hace lo que puede, pero que la Administración Municipal va tres pasos atrás. El problema no es solo de policías en la calle, sino de una estrategia integral que, al parecer, no existe.

Jurídicamente, el artículo 315 de la Constitución le atribuye a los alcaldes el deber de conservar el orden público en su jurisdicción. Y si bien las autoridades locales pueden coordinar esfuerzos con la Policía Nacional, la planeación, gestión de recursos y ejecución de estrategias de seguridad también es una responsabilidad administrativa.

Los vecinos los retuvieron, no por gusto, sino por desesperación. En Paipa, dicen, ya no se siente el respaldo de nadie.

La paciencia tiene límites

Paipa no puede seguir siendo un terreno donde los ladrones caminan con tranquilidad, y la ciudadanía vive con miedo. La solidaridad vecinal ha demostrado ser poderosa, pero no puede convertirse en el reemplazo del Estado.

Si las autoridades no asumen su rol con firmeza, con estrategias reales, con justicia efectiva, con presencia sostenida, el tejido social seguirá rompiéndose. Y si seguimos diciéndole a la gente “denuncie” sin ofrecerle respuestas, llegará el día en que nadie denuncie… y solo actúe.

Ese día, la justicia dejará de ser institucional y pasará a ser impulsiva. Y eso sí que da miedo.


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