Siempre el miedo; la inseguridad, la delincuencia, en últimas, el miedo, empuja a los habitantes de los centros urbanos de hoy en día al encierro, a la soledad. Las relaciones sociales han sufrido por lo mismo una alteración significativa y con el advenimiento definitivo de las nuevas tecnologías, han sido trasladadas a los escenarios virtuales. En esto pensamos cuando analizamos situaciones como la de la urbanización Caldas en Popayán, que puede ser el mismo caso de miles de barrios en cualquier ciudad de un país en desarrollo. Allí los vecinos cansados de la inseguridad, quieren que les pongan cámaras, y sobre todo que les permitan instalar unas rejas de seguridad. Para eso, para encerrarse, para aislarse del exterior. Esa es la idea de los conjuntos cerrados de las ciudades posmodernas. Los conjuntos cerrados, según los especialistas en urbanismo, “son un fenómeno global que ha encontrado un suelo fértil para expandirse de manera alarmante en América Latina. “Los conjuntos cerrados han existido durante décadas en todo el mundo, pero no fue sino hasta los años 70 y 80 que tomaron fuerza. Es difícil saber cuántos desarrollos como estos existen en América Latina, ya que se trata de un fenómeno poco documentado y no existen consensos en su definición”, Ciudades Sostenibles. Se crearon inicialmente para grupos de altos ingresos, “pero hoy en día hacen parte de la oferta inmobiliaria para los grupos de menores ingresos que añoran las rejas las cuales, más allá de una cuestión de seguridad, se han convertido en un símbolo de status social”, CS. Este tipo de desarrollo promueve la construcción de ciudades excluyentes poniendo en peligro la calidad de vida de todos sus habitantes
Volviendo al tema de los barrios payaneses afectados por la delincuencia, hay que decir que es una pena lo que sucede con barrios tan tradicionales como la Urbanización Caldas, La Pamba, y aledaños, enclavados en uno de los núcleos históricos y turísticos de la capital del Cauca, al pie de El Morro de Tulcán, el Pueblito Payanés y sobre uno de los accesos al Cerro de Las Tres Cruces, sitios de permanente afluencia de personas, pues vienen siendo afectados sistemáticamente, en especial los fines de semana, por una especie de ‘invasión’ de gente que llega de otros sitios de la ciudad y se dedica al consumo de alcohol y alucinógenos en la vía pública, generando un ambiente desagradable y desmejorando la calidad de vida de los vecinos. No pretenden convertirse a la fuerza en un conjunto cerrado sino en alejar los problemas constantes que se presentan porque entienden que la policía no todo el tiempo puede atender sus necesidades. Vigilar, estar atentos, unidos; defenderse, es la única manera de vivir en muchos barrios como el Caldas.
Y en realidad lo único que pueden hacer los vecinos es ‘atrincherarse’, pues la Policía dispersa momentáneamente estos grupos cuando la llaman, pero no puede ejercer una vigilancia permanente en el sector dado que el cuadrante de la Policía debe cubrir más de 30 barrios, algunos con problemas de mayor importancia en términos delictivos.