
A finales del año pasado varios representantes de nuestra clase política, gobernador y funcionarios a bordo, andaban muy contentos en el flamante Club Campestre, acompañando al cacique Temistocles Ortega, reconvertido ahora al petrismo, mientras la gente en los territorios pasa las duras y las maduras con este invierno tan brutal.
Acaramelados
Es normal que los que manejan la cosa política en Colombia se carameleen entre ellos, se rindan mutuos homenajes. Sin muchas razones de fondo la verdad, porque no solo estos últimos tres periodos en los que la maquinaria de Ortega ha manejado este departamento a su antojo, si no en todas las décadas que familias tradicionales y gamonales de turno han manejado las riendas del Cauca, no se ha hecho nada digno de homenaje: nuestro Cauca ha sido expoliado hasta el cansancio, exprimido a más no poder en beneficio de unos pocos que hoy disfrutan las mieles de la riqueza y el poder y en perjuicio de una amplia mayoría que apenas logra pasar el día.
Habría que buscar muy bien, con lupa, para encontrar a algún dirigente o político caucano que merezca un homenaje sincero, masivo, multitudinario. No creo que lo haya. Eso sí muchos han tenido miles de incondicionales, agradecidos a morir porque el doctor les consiguió un puesto, le pavimentó la calle del barrio, le consiguió un subsidio o una coloca a su hijo. Son los beneficiarios de los favores personales que pueden matar al que hable mal del político.
No han servido para nada
Pero en términos generales, nuestros políticos, representantes, gobernantes de poco o nada han servido para el interés general de los caucanos. Aquí no hay carreteras, no hay proyectos serios de desarrollo, escuelas y hospitales son precarios. Lo que abunda es la miseria, el atraso, y la violencia, eso sí, que de eso tenemos mucho, ya pueden venir a surtirse de cualquier parte aquí al Cauca.
Y llegarán las próximas elecciones y saldrán los candidatos a patearse el Cauca, a recorrer veredas recónditas, a untarse de barro, a abrazar a los damnificados, pero pensando poco en ellos, mirando más bien al futuro, a Bogotá a la curul donde ir a reposar, lejos de este mundanal.