se celebró El Día Internacional de la Mujer Rural, cuyo objetivo es el reconocimiento al papel decisivo de las mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. Fue establecido por Naciones Unidas en diciembre de 2007 y se observó por primera vez el 15 de octubre de 2008. En Colombia de acuerdo con la Ley 731 de 2002, las mujeres rurales son aquellas “que sin distingo de ninguna naturaleza e independientemente del lugar donde viva, su actividad productiva está relacionada directamente con lo rural, incluso si dicha actividad no es reconocida por los sistemas de información y medición del Estado o no es remunerada”.
Según diversos estudios que se han realizado sobre las condiciones de la mujer rural tenemos: “Las mujeres rurales en Colombia han padecido del olvido histórico del Estado, de la indiferencia de la sociedad urbana y rural, y de políticas públicas que no han logrado orientar de manera efectiva los recursos para reducir la inequidad de género, promover su autonomía y libertades, y transformar sus condiciones de vida”.
“La mujer rural en Colombia enfrenta múltiples obstáculos e inequidades estructurales que no permiten potenciar su pleno desarrollo humano, económico y social. Algunos de los problemas tienen connotaciones históricas profundas, y complejas raíces culturales que implican que los planteamientos y propuestas de solución deben necesariamente pasar por transformaciones sociales de mediano y largo plazo” (Programa mujer rural, desafíos). El informe de PNUD señala que las mujeres campesinas en Colombia sufren una discriminación triple. En primer lugar, por su condición y el hecho de ser mujer en un mundo rural con oportunidades restringidas frente a las ventajas y privilegios que gozan mujeres y hombres en las áreas urbanas. En segunda instancia, las mujeres rurales se encuentran discriminadas y excluidas debido a la estructura patriarcal de la sociedad rural, y al arraigado y limitado rol cultural que se les ha asignado a las campesinas; generalmente, reducido a las labores de reproducción de la fuerza laboral, el cuidado y protección de los miembros de su familia y las obligaciones productivas en el hogar. Tales actividades no cuentan con el suficiente reconocimiento social y, en términos de ingresos, no son equivalentes a las labores que desarrollan.
En cuanto a la educación se muestra una reducción de dos puntos porcentuales en la tasa de analfabetismo entre las mujeres. Sin embargo a pesar de que las mujeres cuentan con más años de escolaridad que los hombres, esto no se ve representado en mejores condiciones de vida.
A pesar de que cada vez son mayores las iniciativas para incrementar la participación, inclusión y equidad de género en las labores del campo, hay grandes problemas sociales que no se han podido superar.
