Han pasado 20 años desde que Bonel Mosquera y el técnico de fútbol Luis Fernando Montoya se conocieron en la ciudad de Manizales, en el centro de Colombia.
A inicios del año 2003, Bonel Mosquera, el entonces conductor de autobús del equipo Once Caldas, recogió en el pequeño aeropuerto La Nubia de Manizales a quien era el nuevo director técnico del conjunto «blanco» de esa ciudad.
El Once Caldas era un club pequeño con un título conseguido en 1950 y una modesta situación económica.
El equipo había surgido tras la fusión del Deportes Caldas y Once Deportivo, ambos de Manizales, a mediados del siglo XX.
Al subirse al carro que Bonel conducía, el nuevo entrenador le dijo a su asistente técnico, Juan Carlos Ángel, unas palabras casi proféticas:
“Juancho, hermano… Aquí vamos a triunfar. Aquí seremos grandes. Esta tierra tan bonita nos dará todo lo que hemos querido”, según contó Bonel Mosquera a BBC Mundo.
La historia de Luis Fernando Montoya con el Once Caldas confirmaría este optimismo inicial.
En ese 2003, el técnico lo llevó a conquistar un campeonato colombiano después 53 años.
Aunque el momento cumbre llegó en la noche del 1 de julio del 2004, cuando el Once Caldas se coronó campeón de la Copa Libertadores de América, el torneo de clubes más importante del continente, después de vencer al equipo argentino Boca Juniors.
La hazaña del grupo dirigido por Montoya los llevó a disputar la antigua Copa Intercontinental de clubes en Yokohama (Japón) el 12 de diciembre de ese año.
Un acto generoso
En todo ese proceso, Mosquera estaba constantemente con los miembros del equipo y del cuerpo técnico del Once Caldas.
El conductor de bus había terminado en 2002 su formación tecnológica en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) de Manizales.
Sin embargo, para poder culminar su ciclo académico como administrador público profesional, debía viajar a Medellín, a unos 230 kilómetros al norte de su lugar de trabajo.
Sumado a la distancia, Bonel tenía otro inconveniente. Sus recursos económicos eran insuficientes para terminar sus estudios.
“Para matricularme, en julio de 2003, el profe Montoya, su asistente técnico, Juan Carlos Angel, y los jugadores Sergio Galván y Jhon Viáfara me apoyaron con $400.000 pesos colombianos (unos USD $200 de la época)”, relató Bonel Mosquera.
Ese dinero representaba casi el 80% del valor del importe de la matrícula en la ESAP de Medellín y permitió que Bonel se pudiera graduar como profesional.
“El profe Montoya me decía que era muy importante culminar mi formación profesional” y le indicó que no podía quedarse toda la vida como conductor de autobús.
La tragedia
10 días después de la final de la Copa Intercontinental en Japón, Luis Fernando Montoya y su esposa, Adriana, fueron víctimas de un asalto en el municipio de Caldas, a 26 kilómetros al sur de Medellín.
Una bala entró por su cuello y lo dejó en estado de cuadriplejia, una lesión irreversible en la médula espinal que le causó la pérdida de movimiento en las extremidades y el torso.
Luis Fernando Montoya estuvo internado en una clínica de Medellín más de cuatro meses.
A los 47 años de edad, el técnico se aferraba a la vida para mantenerse al lado de su esposa y de su hijo, José Fernando, que en la época del asalto tenía 3 años.
“En el momento en el que me pasó esto, cuando estaba en la clínica, yo escuché a un médico que le decía a mi esposa: -‘Él no dura cinco minutos. Él se puede ir en cualquier momento’… Y llevo 19 años”, contó Montoya en entrevista con BBC Mundo.
El día del robo las autoridades detuvieron a cuatro personas, pero en febrero del 2005, fue capturado Luis Alberto Toro, alias ‘El Guajiro’, en el sureño departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador.
Este hombre confesó ser el responsable del asalto y atentado contra Luis Fernando Montoya y su esposa y fue condenado a cerca de 25 años de prisión.
En julio del 2014, Luis Alberto Toro recuperó la libertad tras casi 10 años en prisión luego de recibir una reducción de la condena por realizar actividades variadas en diferentes cárceles colombianas.
La amistad y la gratitud
Bonel Mosquera se graduó en el 2005.
Estuvo en varios empleos y reingresó a la academia como instructor en el Servicio Nacional de Aprendizaje de Colombia.
En 2015 asumió la dirección de la universidad Uniminuto en Chinchiná, a unos 26 kilómetros al suroeste de Manizales.
Por eso, en medio de la pandemia de Covid, Bonel le propuso a Luis Fernando Montoya la idea de hacerse profesional, aprovechando los cursos disponibles a distancia.
“Con su esposa, Adriana, lo motivamos para que iniciara el proceso”.
Bonel explicó que en una visita en el 2020 le preguntó a Montoya si ya había terminado la licenciatura, a lo que el extécnico contestó con una negativa.
Había comentado que su interés era recuperarse físicamente y que después podrían pensar en ello.
Sin embargo, por la insistencia de Bonel, Montoya cedió en sus reservas y aceptó ingresar a la universidad.
“Le dije que empezáramos a preparar eso y que se comunicara con mi esposa para saber cómo se podía lograr”.
Desde Uniminuto facilitaron el proceso académico de formación del extécnico, que inició con homologar su título de tecnólogo y validar sus conocimientos.
Sus estudios los realizó de manera remota.
5 minutos para un abrazo
El miércoles 28 de septiembre del 2023, Luis Fernando Montoya Soto se graduó como licenciado en Educación Física, Recreación y Deporte.
Lo hizo en la sede de Uniminuto en Bello (Antioquia), en el área metropolitana de Medellín por proximidad a su hogar.
En medio del acto, el nuevo licenciado tomó el micrófono para hablar a los graduandos:
“Yo soy muy creyente a Dios y les dije que lo que más le pido es que me dé cinco minutos de vida para yo poder mover los brazos y poder abrazar a mi hijo y a mi esposa”.
Montoya también hizo un llamado para que las personas con discapacidades físicas tengan un espacio decente en la sociedad:
“En muchas partes de Colombia piensan que nosotros estamos en el rincón de archivo o de cosas que no se utilizan”.
“Yo he querido llamar la atención con eso y decir que estoy vivo. Tal vez no puedo caminar y no puedo mover mis brazos, pero mi imaginación vuela”.
Comentó que sigue ilusionado porque “en esto nadie tiene la última palabra y nadie en el planeta sabe qué va a pasar mañana”.
“Yo siento que, de pronto en cualquier momento, se puede dar una sorpresa de, por qué no, yo empezar a mover un dedo o una mano. La vida es eso…”.
El futuro
Luis Fernando Montoya dijo que está analizando continuar vinculado a la universidad de la que egresó.
“Desde Uniminuto quieren que yo continúe. Lo estamos estudiando y preparando. Ellos quieren que yo trabaje con ellos y es una linda oportunidad”.