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Frente a la taquilla de la empresa de buses que opera la ruta Piendamó- Popayán, se extiende una cola larga, pesada y lenta, como la lluvia pertinaz que azota la ciudad desde el medio día.
Es viernes, casi un centenar de pasajeros espera con resignación que les vendan un tiquete de bus para el municipio de Piendamó distante a unos kilómetros de la capital del Cauca, 45 minutos más o menos el tiempo del recorrido, según la hora y el día.
La empleada de la empresa Tax Belalcázar, se desgañita por el teléfono pidiendo que le manden buses de Piendamó; la gente ya empieza a impacientarse, la cola no se mueve. A cuenta gotas van abordando los pasajeros a los buses cuyos conductores llegan regañadientes. Mientras en Popayán ruegan para que les vendan un puesto, en ese mismo momento en Piendamó se amontonan los buses vacíos.
Al parecer los propietarios de los buses no los mandan porque a ciertas horas y días tienen que bajar de Piendamó vacíos y eso por supuesto no les conviene. Suponemos que cuando el Ministerio de Transporte adjudica una ruta a una empresa le exige prestar el servicio con una frecuencia determinada sin importar la fluctuación de pasajeros, y sin depender de la decisión de conductores o propietarios de buses, pues si así fuera, los usuarios solo deberían viajar cuando estos lo determinen. Y sí es que la capacidad o el parque automotor de las empresas supera la demanda del servicio entonces deben adjudicarle la ruta a otra que sí tenga la capacidad para prestarlo.
Los usuarios de buses de transporte municipal deben sufrir los abusos. Somos testigos de las innumerables quejas en materia de espera, incomodidad, ineficiencia. Pero ya es hora de que las autoridades empiecen a exigir condiciones mínimas a estas empresas y que los pasajeros eleven las quejas respectivas.
Los viajeros que utilizan los vehículos de ciertas empresas ‘económicas’, parece que tuvieran que someterse a los caprichos de conductores y ayudantes. Independientemente de la diferencia de precios, el usuario debe ser tratado con el mismo respeto, y se le debe garantizar un buen servicio. Las empresas deben vigilar la calidad de las personas que ponen ante un volante, pues están transportando seres humanos, no animales, independientemente de su origen social y su condición económica.
Sobre el tema de la logística, la precariedad se impone. Miren el caso de Piendamó. Un municipio tan importante por su economía, ubicación geográfica, que hace décadas requiere una terminal de transportes como Dios manda y no ese amontonamiento caótico de vehículos que siempre ha tenido.
El flujo creciente de pasajeros por el crecimiento demográfico requiere una organización inteligente. El actual funcionamiento del transporte intermunicipal no es digno de una población ubicada sobre la Panamericana, y en un cruce estratégico.
Jair Dorado