Reclutamiento infantil en el oriente caucano. Un problema ignorado

El oriente caucano, tierra de belleza natural y rica herencia cultural, se enfrenta a un flagelo inhumano que amenaza a su juventud: el reclutamiento infantil para la guerra. Este espantoso fenómeno se manifiesta con particular crudeza en municipios como Corinto, Toribío, Páez y Miranda, donde jóvenes de escasos años son arrancados de sus hogares para ser utilizados como peones en un conflicto que no les pertenece.

Resulta alarmante que, a pesar de la gravedad de esta situación, las respuestas de la autoridad departamental han brillado por su ausencia. La falta de acción urgente por parte de las instancias pertinentes plantea una interrogante inquietante: ¿Por qué se ignora un problema que afecta de manera tan directa y desgarradora a la población infantil?

Recientemente, el Diario Del Cauca tuvo acceso a un testimonio estremecedor que ilustra la crudeza de esta problemática. Una pareja de esposos se vio obligada a huir a lo largo de Cauca y Valle del Cauca, tras recibir amenazas de grupos que reclutan menores. Este caso no es aislado; muchas familias se encuentran en una situación similar, enfrentando peligros constantes en su lucha por proteger a los niños de los horrores de la guerra.

¿Las autoridades?

Resulta aún más descorazonador observar cómo las autoridades, incluida la gobernación, parecen relegar este asunto a un segundo plano. A pesar de ser un problema de índole regional y departamental, la priorización de cuestiones económicas sobre la vida humana deja al descubierto una lamentable falta de empatía y comprensión de la gravedad de la situación.

No podemos permitir que esta realidad persista. Es imperativo que las autoridades departamentales asuman la responsabilidad que les corresponde y tomen medidas inmediatas para frenar el reclutamiento infantil en el oriente caucano. Esto no solo implica la implementación de políticas preventivas y de protección, sino también la creación de espacios de diálogo y colaboración con la comunidad afectada.

La sociedad en su conjunto tiene el deber de alzar la voz y exigir un cambio. No podemos permitir que nuestros niños y jóvenes sean arrebatados de sus hogares y de sus sueños por la barbarie de la guerra. Es momento de unir fuerzas y trabajar juntos para poner fin a este flagelo que ensombrece la esperanza de una generación entera en el oriente caucano. La vida y el futuro de nuestros niños están en juego, y no podemos permitirnos el lujo de permanecer indiferentes.