En medio del ajetreo diario, la pesadilla de muchos ciudadanos comienza en las entrañas mismas de nuestra Popayán, el transporte público. Es un sistema que, lejos de facilitar la vida de los habitantes, se ha convertido en una fuente constante de frustración, estrés y desesperación.
Las imágenes de autobuses con sobre cupo, retrasos entre una ruta y otra, no existen sistemas de información sobre las rutas de estos, por lo que turistas o visitantes no pueden acceder de manera certera a este servicio. Obsoletas son las escenas cotidianas que parecen haberse enraizado en nuestro sistema de transporte público. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, la movilidad de una ciudad sea tan desastrosa?
La falta de inversión en infraestructura y mantenimiento es evidente. Calles llenas de baches, paradas de autobús deterioradas y en algunos casos existen nuevas pero son realmente inservibles puesto que no pasa ninguna ruta por ese sector, a esto se le suman vehículos que más parecen relicarios rodantes que medios de transporte eficientes. No es solo una cuestión de incomodidad, sino de seguridad y respeto por quienes confían en este servicio día tras día.
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Las tarifas, mientras tanto, siguen aumentando, y los ciudadanos se preguntan con razón: ¿Qué estamos pagando realmente? ¿Acaso es justo desembolsar más dinero por un servicio que parece empeorar con cada día que pasa?
Es hora de que las autoridades tomen cartas en el asunto. Se necesitan inversiones serias en infraestructura, renovación del sistema de transporte y sus buses. La movilidad de una ciudad no puede ser un obstáculo para su progreso; debe ser un facilitador.
En resumen, la situación del transporte público en nuestra ciudad es insostenible. Es hora de exigir un cambio significativo y compromisos reales por parte de quienes tienen el poder de transformar este sistema. Los ciudadanos merecen un transporte público eficiente, seguro y digno, no un calvario diario que erosiona la calidad de vida de todos.
