Carta de Alemania

Una señora muy simpática y educada me envió un correo a mi cuenta de Gmail, desde Alemania. Se identifica como empleada de altor rango del Banco de la Reserva Alemana. ¡Guau! Se escribe. Bundesbank. Que bien, ahora resulta que me codeo con las grandes ligas de la banca internacional.

La señora Williams

La señora Stephanie Williams, como se identifica, me explica que existe un fondo en el banco, perteneciente a un ciudadano extranjero, que acaba de abandonar este mundo de penalidades y miseria, para irse a descansar en la paz del Señor. Me explica, “aquí entre nos”, como si me conociera de toda la vida, que el difunto no dejó prole ni herederos conocidos y que por lo tanto si nadie la reclama, esa platica se va a perder. Lo cual es una pena, claro, con tantas necesidades que hay en este mundo.

Un botín a medias

Luego, sigue en el tono confidencial, está convencida de que yo soy un hombre honesto y por lo tanto puede confiar en mí. Stephanie me asegura que tiene la manera de sacar el botín del banco y transferirlo a mi cuenta. Hay que enviar una carta al banco, diciendo que yo era conocido del titular del fondo y que tengo el derecho de reclamarlo. ¡Dios mío!, con las necesidades que arrastro, y con los acreedores tocándome a la puerta, cómo me caerían de bien estos miles de euros que esta criatura enviada por el Altísimo quiere darme así por así. Los milagros existen, incrédulos, ya era hora que la vida me compensara tantos desvelos y angustias.

La inocencia perdida

Pero lastimosamente hace tiempo que perdí el candor, la inocencia levantó el vuelo a fuerza de muchos golpes que la vida nos prodiga, así que sé perfectamente que esta buena señora, es una simple trabajadora de lo ajeno y que lo único que busca es quitarme lo poco que yo tengo. Estoy esperando el siguiente correo en el que seguro le dará la estocada a este hombre iluso, diciendo que para que estos golosos y fugaces billetes caigan en mi cuenta, tan solo necesito hacerle una consignación para temas menores, gastos, traslados, giros internacionales. Me pedirá la chica unos 100 o 200 dólares, una minucia comparada con la fortuna que recibiré. Ingrata.

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