La partida de Joaquín Alfonso Rojas me sorprendió. Si estuviera aquí, sin duda me habría dicho entre sonrisas: “Por fin me volví noticia”
¿Qué decir de un amigo que murió? Que nos identificaba el periodismo, la lectura, el empirismo, que era tranquilo, de muy buen genio y que, en la década de los ochenta, vivimos una de las épocas memorables de nuestro desenvolvimiento profesional. Hacíamos periodismo por pasión y porque nos gustaba, porque el sueldo era muy modesto, por no decir miserable.
Don Cristóbal era el gerente y propietario de la radio. Cada vez que íbamos a pedirle aumento de salario, nos daba una retahíla de media hora y, al bajar en dirección a la sala de redacción, comentaba Juaco: “Por poco y nos dice que renunciemos al pago”. Otro motivo más para reírnos.
Compartíamos espacio con Gloria Inés Arias—hoy catedrática universitaria–, Luis Alfonso Hurtado y Hernán Gallego.
Cinco reporteros alimentando un noticiero con tres emisiones diarias: Noticias IRV, en Radio Impulso, ubicada una casa de estilo colonial, muy cerca del Parque Versalles.
Me sorprendía su tranquilidad. También que, en los momentos de mayor intensidad mientras escribíamos las noticias, Juaco se iba a fumar un “varillo”, como le decía al cigarrillo. Invariablemente Gloria me decía: “Nosotros moliendo noticias como mulas, y este fumando, como protagonista de un tango fatalista” Nos reíamos, nos encogíamos de hombros y seguíamos tipeando en las viejas máquinas Remington.
Al rato entraba con la tranquilidad de quien tiene todo bajo control, se sentaba a redactar y, en cuestión de minutos, un arrume de notas. “El cigarrillo lo inspiró”, decíamos.
Un tiempo que añoro, en el que se hacía muy buen periodismo, sin apoyo de Internet. La única ayuda era un enorme diccionario Larousse, para no cometer equívocos ortográficos.
Un sábado Juaco nos invitó a su casa, en Alfonso López, a comer sancocho de pescado. Los hizo traer de Buenaventura, su tierra. Luego música y baile, con los temas tropicales de Luis Felipe González y Pastor López. “¿Y esto, viejo Juaco, ¿qué celebramos?” Y con la sonrisa que le caracterizaba, una respuesta que desarmaba a cualquiera: “Para agradecerles a ustedes por soportarme”
Se fue un amigo inolvidable, a quien siempre recordaremos. ¡Buen viento y buena mar, viejo Juaco!