Un martes que empezó como cualquier otro, terminó rompiéndole el alma a una familia.
En horas del mediodía del pasado 29 de abril, habitantes del sector El Roble, cercano a la vía nacional en jurisdicción de Fúquene, alertaron a las autoridades al divisar un cuerpo flotando en la laguna. De inmediato, organismos de socorro y la Policía se desplazaron al sitio para atender el caso y realizar el respectivo levantamiento.
El cuerpo vestía una chaqueta acolchada con franjas negras, grises y vino tinto. Esa prenda, aparentemente insignificante, fue la clave para una identificación preliminar: coincidía exactamente con la que llevaba Carlos Quiroga, un adulto mayor reportado como desaparecido un día antes en el municipio de Guachetá.
La familia, que seguía de cerca su búsqueda con el corazón en la garganta, confirmó lo inevitable. La chaqueta, la contextura, el rostro: sí, era él. Un ser querido que salió de casa sin imaginar que no volvería jamás.
La gran pregunta ahora es: ¿cómo llegó hasta allá?
Entre Guachetá y Fúquene hay una distancia aproximada de 22 kilómetros, lo que se traduce en cerca de 43 minutos de recorrido. ¿Caminó? ¿Lo llevaron? ¿Fue víctima de un hecho violento? ¿Padeció alguna desorientación producto de una enfermedad? ¿O hay algo más que aún no se ha dicho?
Las hipótesis están sobre la mesa, pero ninguna ha sido confirmada. Hasta ahora, las autoridades no han emitido un pronunciamiento oficial que aclare los hechos. Y aunque se siguen recogiendo testimonios y datos, lo cierto es que hay un vacío difícil de llenar y una incertidumbre que pesa más que cualquier noticia.
¿Desorientación, accidente o algo más?
Frente a casos como este, es necesario abordar todas las aristas posibles. Aunque no se descarta que Carlos Quiroga haya sufrido algún tipo de desorientación o condición médica, tampoco puede ignorarse la posibilidad de que haya sido víctima de un acto violento.
Las autoridades deberán determinar si hay señales de violencia, rastros de intervención de terceros o evidencia de un accidente. Cada minuto cuenta. Cada detalle importa.
Mientras tanto, la comunidad de Guachetá y Fúquene permanece en vilo. Porque más allá del dolor de la pérdida, está la necesidad de saber qué pasó, cómo pasó, y por qué pasó.
De Guachetá a Fúquene hay apenas 22 kilómetros. Pero entre esa distancia y la incertidumbre que hoy embarga a una familia, hay un abismo que aún nadie ha logrado explicar.
El dolor de no saberlo todo
Carlos Quiroga ya no está. Y lo mínimo que merece su familia —y cualquier ser humano— es saber la verdad. Porque una despedida repentina duele, pero una sin respuestas, duele mucho más.
Desde este medio, expresamos nuestras más sinceras condolencias para su familia y seres queridos. Paz en su tumba, y que las respuestas no tarden en llegar.
