Una mujer en estado de ebriedad se cayó de un taxi y terminó herida, luego de que el conductor se negara a llevarla

Un hecho que pudo evitarse: los segundos que marcaron la diferencia

La escena fue tan rápida como contundente. Eran alrededor de las 3:57 p.m. del martes 29 de abril, cuando tres mujeres en aparente estado de embriaguez intentaron abordar un taxi cerca a Mercaplaza, sobre la carrera 22 con calle 11 de Duitama. El conductor, al parecer al notar la condición de las pasajeras, decidió no prestar el servicio. Sin embargo, una de ellas ya estaba subiendo al vehículo cuando este arrancó sin advertirlo, lo que provocó que cayera abruptamente sobre la vía.

La víctima quedó tendida, con una evidente fractura en la pierna izquierda. Según testigos, el conductor no detuvo la marcha ni descendió a verificar el estado de la mujer, dejando la escena sin asumir responsabilidad alguna.

¿Y la responsabilidad humana y legal?

Aquí es donde entra el debate que no se puede seguir ignorando. Si bien el conductor tenía la libertad legal de negarse a transportar a las ciudadanas (el Código Nacional de Tránsito no obliga a un taxista a prestar servicio si percibe riesgo), lo que sí le era absolutamente obligatorio era detenerse y asistir a una persona que resultó lesionada por la interacción con su vehículo.

Lo que sucedió no es menor. El Código Penal Colombiano, en su artículo 131, contempla el delito de omisión de socorro, que se configura cuando alguien, teniendo la posibilidad de ayudar a una persona en peligro o accidentada, no lo hace y con ello agrava su situación. La pena puede ir de 16 a 54 meses de prisión, además de sanciones accesorias como la inhabilidad para ejercer funciones públicas o para conducir.

En este caso, si las autoridades logran comprobar que el conductor era consciente de la caída y abandonó la escena intencionalmente, podría enfrentar consecuencias penales serias.

Atención médica: fractura confirmada

A los pocos minutos, llegó al sitio una ambulancia de la empresa EMERCAPS, cuyos paramédicos inmovilizaron, estabilizaron y trasladaron a la mujer al Hospital Regional de Duitama. El diagnóstico preliminar: fractura de fémur en la extremidad inferior izquierda, una lesión de alto impacto que requerirá intervención quirúrgica y un largo proceso de recuperación.

Una deuda con la ética y la ley

Aquí no solo hablamos de leyes, sino de humanidad. El hecho de que alguien haya caído al pavimento tras una maniobra relacionada con un vehículo obliga a actuar. Hacer caso omiso no solo es moralmente cuestionable, sino potencialmente delictivo. Es hora de que el gremio «amarillo» asuma su papel con seriedad: no basta con esquivar pasajeros, hay que responder cuando una acción o decisión termina afectando a un tercero.

El consumo de alcohol en vía pública: un problema que no justifica la indiferencia

El episodio también destapa otra verdad incómoda: el consumo indiscriminado de alcohol en las calles, a plena luz del día, sigue siendo un problema sin respuesta clara por parte de las autoridades. ¿Dónde están los controles? ¿Dónde está la cultura ciudadana? Sin embargo, y esto es vital recalcarlo: el estado de embriaguez de las mujeres no justifica la reacción del conductor. Por el contrario, la presencia de una situación vulnerable exige aún más responsabilidad de quien está al mando de un vehículo de servicio público.

En Duitama, la combinación de consumo irresponsable, falta de control institucional y evasión de responsabilidades está generando escenarios peligrosos, que no pueden seguir pasando desapercibidos ni quedar impunes.

¿Y ahora qué sigue?

Al parecer, las autoridades de tránsito y la Policía ya estarían tras la identificación plena del conductor involucrado. La comunidad exige una investigación transparente y sanciones si se confirman los hechos. Este caso no puede archivarse como una simple caída: es una oportunidad para marcar un precedente y exigir que quien tiene un volante en las manos también tenga responsabilidad y humanidad.

Aunque los taxistas no están obligados legalmente a prestar el servicio a pasajeros en estado de embriaguez, sí están obligados a detenerse y auxiliar si ocurre un accidente. No hacerlo puede tener graves consecuencias jurídicas.

Un llamado urgente: que el transporte público también se ponga la camiseta

Y sí, aquí va un «jalonazo de orejas» necesario para algunos —que no todos— servidores del transporte público: sean más conscientes de sus actos. No se les exige que carguen con todo ni que se expongan, pero si se suben a prestar un servicio a la comunidad, que sea con dignidad, con responsabilidad, con criterio y con humanidad. Así como exigen —y con justa razón— garantías, respeto, respaldo institucional y seguridad para su labor diaria, también es hora de que aprendan a ofrendar un servicio que sea humano, coherente y de calidad.

No se trata de obligarlos a llevar a alguien que consideran un riesgo, eso está claro. Pero si la situación escala, si hay un accidente, si hay una vida o una integridad física de por medio, lo mínimo exigible es detenerse, ayudar, llamar, responder. No hay excusa ni argumento válido para arrancar y dejar tirado a alguien como nada. Porque en la calle no solo se maneja un vehículo: se conduce también un valor irrenunciable llamado ética.

Que este hecho nos sirva para recordarnos que la indiferencia también mata, que la evasión de responsabilidad no es neutralidad, y que el volante no da poder, da deber.


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