Bienvenidos, Petro, Francia y pueblo al poder

Por Gabriel Ángel

Gustavo Petro y Francia Márquez tomarán posesión como presidente y vicepresidenta de Colombia. En un acto público de dimensiones importantes, que desde su anuncio fue objeto de críticas por parte de voces adoloridas entre los sectores de la política tradicional. Es la idea que se empecinan en sembrar los círculos históricamente dominantes, para quienes la elección de Petro y Francia representa una aberración política, producto de la demagogia populista de los dirigentes del Pacto Histórico, sobre los que además se busca sembrar todo tipo de dudas. A la coalición parlamentaria conformada por el nuevo gobierno la denominan sin más como la aplanadora, una maniobra autocrática que anula las voces disidentes de la oposición
Reparo en ese discurso, que apenas comienza a tejerse sobre el nuevo gobierno, pues es seguro que con cada día aumentará en volumen y veneno. Banqueros, terratenientes, empresarios y grandes comerciantes, a los que se debe añadir importantes intereses de transnacionales y gobiernos extranjeros, concibieron siempre como lo más lógico y natural que fueran sus agentes y voceros los que dirigieran el país para su exclusivo beneficio.
La esquina noroccidental de Suramérica debía acomodarse siempre a las orientaciones emanadas de los gobiernos de los Estados Unidos. Lo había sentenciado hace más de un siglo el presidente Marco Fidel Suarez, ellos eran la estrella cuya luz debía guiarnos. Las compañías de allá podían actuar con plena libertad aquí, mandar masacrar obreros, obtener todo el provecho de lo nuestro. Las fuerzas armadas colombianas tenían que ser enemigas de los enemigos de ellos.
Y contribuir a destruirlos, así fuera en Corea. De hecho, para los gobiernos anteriores, hacer parte de la OTAN, la alianza militar de EE.UU. con las potencias europeas, no solamente era un deber sino un honor que debíamos agradecer. A Duque le faltó solamente declarar la guerra a Rusia. Como si no tuviéramos intereses nacionales mucho más importantes. Por lo mismo había que cumplir todas las hostilidades posibles contra el gobierno de Venezuela.
Era lo más normal que quienes estuvieran obligados a pagar mayores impuestos fueran los de abajo, al tiempo que se hallaba el modo de exonerar de sus pagos a los grandes capitales.