Un abandono de más de una década
Por más de 13 años, la Mercaplaza de Duitama fue el reflejo de una gestión pública indiferente y promesas políticas que se esfumaban como el humo de los fogones de las fritanguerias. Mujeres y hombres que diariamente sostenían este espacio emblemático trabajaron en condiciones humillantes, mientras escuchaban las mismas palabras vacías en cada periodo electoral.
Sin baños aptos, con techos en mal estado, puertas oxidadas y drenajes colapsados, los comerciantes vivieron una indignidad prolongada. “Nosotras, las fritangueras, pasábamos todo el día entre humo y calor, pero no había ni un baño aceptable donde pudiéramos ir. ¿Qué tipo de ciudad deja a sus trabajadoras en esas condiciones?”, denunciaron vendedoras que vieron pasar años sin soluciones reales.
Promesas que desaparecían tras las elecciones
La Mercaplaza se convirtió en un escenario recurrente de politiquería. Los candidatos llegaban con discursos grandilocuentes, asegurando que transformarían el lugar. Pero, tras conseguir los votos, las soluciones se esfumaban junto con el humo de los hornos.
“Era una burla constante. Llegaban, nos prometían que esto sería un modelo de mercado, pero todo quedaba en fotos y palabras bonitas para las campañas. Nunca volvían”, expresaron comerciantes con evidente frustración.
Además, la opacidad en el manejo de los recursos agravó el descontento. Por años, los arriendos se recogían de manera rudimentaria, sin registros claros.
“Nunca supimos en qué se invertía ese dinero. Todo era improvisado y desordenado, como si no importáramos, lo que si estaba claro era que no era utilizado para el mantenimiento de la plaza”, aseguraron los comerciantes.
Un cambio que se siente, aunque tardío
Tras años de clamor y resistencia, la administración actual, liderada por el aún alcalde José Luis Bohórquez, ha marcado una diferencia. Si bien la comunidad destaca que estas mejoras son un deber y no un favor, reconocen que, por primera vez en más de una década, las palabras se han traducido en acciones tangibles.
En su intervención durante la entrega de las obras, el alcalde enfatizó: “Esto es justicia social. Esto es invertir los recursos y no robárselos. Esto es dignidad». Para quienes trabajan en este lugar esto es algo que nunca debió negarse. Es dignidad básica para las mujeres, para los trabajadores y para toda persona que hace parte de la Mercaplaza.
Entre los avances más importantes se encuentran:
- Baños dignos: Especialmente para las mujeres que trabajan en la producción y venta de fritanga, quienes ahora cuentan con un espacio adecuado.
- Renovación estructural: Reparaciones en techos, drenajes y tuberías en la zona de cárnicos.
- Gestión transparente: La implementación de un sistema bancarizado para los pagos garantiza que los recursos sean bien administrados.
- Mantenimiento de rejas y puertas: Un detalle que simboliza el fin del abandono visible.
“Ahora sí sentimos que algo está cambiando. Hay un registro de lo que pagamos, y sabemos que lo están invirtiendo aquí. Pero esto no borra los años que sufrimos el olvido”, comentaron los comerciantes.
¿Hasta cuándo las promesas vacías?
La Mercaplaza de Duitama es un ejemplo de cómo la politiquería y la desidia pueden sumir a una comunidad en el abandono. Por más de una década, los mandatarios no solo dejaron de cumplir, sino que pisotearon la dignidad de los trabajadores y comerciantes de este espacio.
Sin embargo, también demuestra que, cuando las administraciones escuchan y actúan con transparencia, los resultados son visibles.
A pesar de las mejoras, las heridas del pasado siguen abiertas. “Es inadmisible que hayamos tenido que esperar 13 años para algo tan básico como un baño. Esto no es un logro, es cumplir con un derecho que nos fue negado durante demasiado tiempo”, expresó un líder comunitario.
El reto de mantener el cambio
Aunque el panorama ha mejorado, el desafío es que estos avances sean sostenibles. La comunidad espera que estas acciones no sean una estrategia para maquillar una deuda histórica, sino el comienzo de gestiones comprometidas y honestas.
El caso de la Mercaplaza de Duitama es una lección para los líderes locales: la dignidad de la comunidad no puede ser moneda de cambio electoral. Escuchar, actuar y cumplir son los principios que deben guiar cualquier administración.
“Las mejoras son bienvenidas, pero la dignidad no se mendiga ni se posterga. Es un derecho que nunca debió ser negado.”
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