Las autoridades no quieren entrar a las ruinas del Anarkos porque son inseguras. Hace tiempo que no se sabe exactamente cuántas personas hay en su interior y en qué condiciones se encuentran. Pero solo ante la sospecha de que hay niños habitando los interiores de las ruinas, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar debería apersonarse de la situación, pues aunque a nadie parece importar los que ocurre con este edificio, no se puede tolerar que los menores de edad compartan espacio con consumidores de estupefacientes y delincuentes en un medio insalubre. Además bajo el riesgo inminente de colapso.
Colapso
El proceso de demolición no es una obra menor, cuesta una millonada, y no dura un par de días, puede extenderse un par de años. Y deben hacerlo bien para no generar más traumatismos de lo necesario. Seguro habrá más colapso de la movilidad pues habrá que sacar las toneladas de escombros que se produzcan con la demolición. Volquetas cargadas de escombros circularán por la manzana 99. ¿Podrían pensar en hacerlo de noche no?
Polvo y empleo
Podría pensarse que dentro de lo malo lo bueno, que la obra genere además de polvo y escombros puestos de trabajo para la gente de aquí que bastante necesidad tiene. Otra cosa que se debe asegurar es que no sea la Administración y por esa vía el ciudadano de a pie el que acabe pagando el costo de la demolición del viejo Anarkos. Que paguen los propietarios que bastante renta le sacaron a sus locales y bastante dinero van a ganar por un inmueble tan cotizado. Otra tema; ya debe empezar a aclarase el futuro del predio una vez demolido, que hagan lo que tengan que hacer, siempre de provecho para la ciudad, un hotel, un centro comercial renovado, un parqueadero, en fin, pero que no pase que después de tanto trajín para demoler que deje el solar vacío durante otro montón de años.
Otra cosa, hay que andar atentos con las motocicletas con parrillero, especialmente si caminas por alguna calle solitaria de barrio residencial. Es mejor no usar el celular en esas circunstancias, es como echarles el anzuelo. Hay barrios tradicionalmente azotados por los ‘raponeros’, digamos Santa Inés, La Pamba, Caldas, Valencia, las Américas y un infinito etcétera.