Una promesa laboral que se convierte en pesadilla
Mensajes que llegan por WhatsApp con nombres llamativos y frases seductoras: “oportunidad internacional”, “trabajo desde casa sin experiencia”. Todo envuelto en un supuesto progreso económico, como si fuera tan fácil salir de la crisis con solo contestar un mensaje.
Los delincuentes ofrecen pagos diarios entre $50.000 y $200.000 y prometen ingresos de hasta seis millones al mes. ¿El requisito? Tener celular, 30 minutos libres al día, y lo más importante: creer. Porque esta estafa no solo se alimenta de la mentira, también se nutre de la esperanza.
Del mensaje seductor al chantaje emocional
Una vez la víctima muestra interés, los estafadores activan su guion: manipulan emocionalmente, presionan con supuestos cupos limitados y hasta ofrecen «asesoría personalizada». Luego viene el famoso “registro previo” donde cobran «poco dinero» para que usted pueda hacer parte de su «equipo», pero esto no es más que la trampa perfecta para comenzar el saqueo.
Pero cuando se les pregunta qué productos venden o cuál es la página oficial de la empresa, las respuestas son vagas, confusas o simplemente no llegan ¿El producto que supuestamente hay que vender y que usted va a promocionar? Nadie lo sabe. ¿La empresa? No tiene página, ni redes verificadas, ni datos reales. ¿El trabajo? No existe. Lo único real es la estafa.
El anzuelo está bien diseñado: un texto llamativo, errores ortográficos que imitan la escritura informal, promesas de independencia financiera y cifras que tientan a cualquier persona que necesite ingresos. La oferta se presenta como una salvación económica, pero en realidad es solo una pantalla para ejecutar estafas digitales.
Roban datos, suplantan identidades y desaparecen
Más allá del dinero, lo que buscan es suplantación. Un simple «sí» o un clic en el enlace equivocado puede abrir la puerta a la clonación de WhatsApp, robo de contactos y hasta acceso a cuentas personales. Las víctimas ni siquiera saben lo que entregaron hasta que ya es demasiado tarde.
Esta no es solo una estafa económica: es una estafa digital, emocional y social. Y lo peor es que sigue funcionando, porque quienes caen no lo denuncian por vergüenza o por desconfianza institucional.
¿Y la respuesta de las autoridades? Más preguntas que resultados
Aunque la Policía Nacional y la Fiscalía insisten en que hay canales de denuncia y rastreo, lo cierto es que los ciudadanos sienten que esos caminos son lentos, ineficaces o simplemente simbólicos. La impunidad en el terreno digital sigue siendo el caldo de cultivo de estas redes.
“La justicia va a paso de tortuga, pero los estafadores vuelan”, dice una de las tantas víctimas de esta modalidad criminal. Y no es mentira: en redes circulan decenas de números con este mismo tipo de fraude, y todos siguen activos, impunes, multiplicándose sin control.
Dejen de jugar con el hambre de la gente
Aquí no solo se trata de delitos cibernéticos: se trata de jugar con la necesidad, de disfrazar el abuso como oportunidad, de vender falsas soluciones en un país donde la gente ya está cansada de buscar trabajo y solo encontrar estafas.
Porque mientras los estafadores se llenan los bolsillos, las víctimas cargan con la vergüenza, la pérdida, y la sensación de haber sido ingenuos. Pero no es ingenuidad: es desesperación.
Y por eso esta nota existe: para advertir, para contar la verdad sin adornos, y para decirle claro al que cae, que no está solo. Y al que estafa, que algún día también le caerá la vuelta.
- Si usted ha sido victima de estos criminales podrá denunciar en el siguiente enlace: DENUNCIA VIRTUAL.