Un acto repugnante, una respuesta tibia y una pregunta urgente: ¿hasta dónde vamos a permitirlo?
La indignación no se disipa. De hecho, se agudiza con cada nueva revelación. En la vereda Salitre de Paipa, Boyacá, un caso ocurrido en 2023 ha vuelto a golpear la conciencia colectiva: un hombre de 67 años, habría cometido una aberrante agresión sexual contra una ternera. Sí, una cría de ganado. Y no, no es ficción. Es Colombia. Es Boyacá. Es nuestra realidad más cruda.
Cuando la brutalidad se vuelve paisaje y la justicia un adorno decorativo
La denuncia, hecha por un ciudadano anónimo y publicada por la Fundación Protegiendo Huellas, deja al descubierto no solo un caso de zoofilia –tipificado en el Código Penal colombiano como maltrato animal– sino también una vez más el rostro de una justicia indiferente, lenta y sin dientes. Porque aunque el hecho ocurrió hace más de un año, el agresor sigue impunemente, entre los mismos parajes donde ultrajó a un ser inocente.
La visita de las autoridades: demasiado tarde y sin consecuencias contundentes
En diálogo con un medio de comunicación regional, el capitán Luis Carlos Sierra, comandante de la Estación de Policía de Paipa, explicó lo que encontraron tras llegar al lugar de los hechos junto a la Secretaría de Gobierno:
«Acudimos al lugar junto a la secretaría de gobierno y encontramos al presunto responsable del hecho, una persona de 67 años que lastimosamente no se puede capturar teniendo en cuenta que no se sorprendió en flagrancia, la gran cantidad de tiempo que ha transcurrido y que en estos momentos ya ni el animal se encuentra en el lugar», dijo.
Sí, leyó bien. El tiempo pasó, el rastro del delito se desvaneció, y con él también la posibilidad de justicia. No hubo flagrancia, no hay pruebas físicas recientes, y el animal… ya ni siquiera está.
Este sujeto, que no puede ser judicializado por maltrato animal debido a tecnicismos temporales, sí fue presentado ante la justicia por violencia intrafamiliar. Porque cuando la Policía llegó, no estaba precisamente arrepentido ni rehabilitado: estaba embriagado y agrediendo a su pareja.
“El grupo Gelma de la Fiscalía General de la Nación analiza la agresión sexual cometida contra el animal; caso que ya fue debidamente remitido con el material audiovisual y varios testimonios de la comunidad”, agregó el capitán.
Eso sí: el material probatorio existe. Testigos hay. Videos también. Pero los procedimientos, los tecnicismos, el paso del tiempo y la falta de voluntad dejan otra vez un hueco inmenso: el hueco del dolor sin reparación.
La zoofilia sí es un delito, pero parece no importarle a algunos
En Colombia, los actos sexuales contra animales configuran el delito de maltrato animal, castigado con penas de 12 a 36 meses de prisión y multas de hasta 60 salarios mínimos mensuales. Pero, ¿Cuántos de estos casos terminan realmente en condena? ¿De qué sirve una ley si la impunidad la sobrevuela?
¿Hasta cuándo vamos a seguir callando?
Lo que pasó en la vereda Salitre no es solo un acto de barbarie. Es un síntoma grave del estado en el que se encuentra la sociedad. Una sociedad en la que hay quienes aún se resisten a reconocer que los animales sienten, que tienen derechos, que merecen respeto.
No. La zoofilia no es algo mínimo ni ante la ley ni moralmente. Es un crimen. Es violencia. Es tortura. Y cada vez que un Estado mira hacia otro lado, cada vez que los entes judiciales dejan prescribir una causa como esta, solo está dejando un claro mensaje de que se puede seguir con una actitud tan baja como esta.
Si la justicia no defiende a los más inocentes, entonces, ¿para qué existe?