El jalado y otros recursos

En Popayán, como reflejo de lo que sucede en cualquier ciudad del país, ha hecho escuela el tema del hurto de motocicletas por la modalidad de ‘jalado’, y el posterior cobro de una suma de dinero o ‘rescate’ para que los delincuentes procedan a su devolución. Hace unos 20 años más o menos empezó el negocio delictivo que así explicado venía a configurar lo que se conoce como hurto extorsivo. En aquellos años se masificó el uso de las motocicletas en Popayán, y todo el mundo soñaba con tener una.

Las empresas fabricantes explotaron este filón y aparecieron sucursales de las grandes marcas en cada esquina de la ciudad. Miles de ciudadanos aprovecharon las facilidades de financiación, llenaban unos documentos y a los pocos días ya andaban felices por las calles. La licencia de conducción la sacabas sin grandes complicaciones, sin cursos, ni pruebas, ni nada. Y si no tenías el dinero suficiente vendían unas licencias falsas a muy buen precio.

De la imposición del casco como elemento obligatorio de seguridad apenas se tenían las primeras noticias. En medio de ese folclorismo en el tema de la movilidad en motocicleta, por inocencia o por falta de costumbre los propietarios pecaban de confiados y dejaban las motos ‘pagando’. Y entonces, los cacos que nunca han faltado ni faltarán, empezaron a hacer su agosto. Los robos, las negociaciones, la pagada del rescate y la recuperación se convirtieron en tema de conversación cotidiana.

Casi todo el mundo conocía de alguien al que le había sucedido la tragedia si es que no la había sufrido en carne propia. El peor escenario que te podía suceder era que la negociación t amb i é n s e truncara por algún motivo y se perdiera la plata del rescate y el vehículo mismo. Entonces había muchos desdichados pagando cuotas de motos que ya no poseían y además devolviendo la plata que le habían prestado para el rescate. El delito del hurto extorsivo no ha desaparecido, por el contrario ha ‘evolucionado’, se ha adaptado a los tiempos que corren y así como los primeros ladrones eran los que antes robaban bicicletas al descuido, los de ahora ya no esperan que el dueño baje la guardia y lo despojan a la fuerza con arma en mano, sin importar lo que pueda ocurrir en ese trance. De manera que los delitos y los delincuentes siguen estando ahí y golpean con más fuerza que nunca a los ciudadanos. Por tanto habría que preguntarnos si las autoridades también se han adaptado y son más eficientes. Algo está fallando porque la respuesta no es positiva. Por la pérdida de valores sistemática en la sociedad actual, el ‘ser’ un delincuente ya no tiene el peso moralista de antaño, incluso ‘está bien visto’, ha ganado estatus entre muchos sectores de la población. Prueba de ello es el aumento de los delitos cometidos por menores de edad.

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