La triste historia del colegio de El Mango

Vamos a empezar describiendo las características y el alcance del proyecto al que nos vamos a referir: 24 aulas educativas, cuatro baterías sanitarias, dos laboratorios, una sala de sistemas, un salón de artes, una administración, un salón múltiple y restaurante, para el beneficio de más de 700 jóvenes del sector. Estamos hablando del proyecto del Colegio Marco Fidel Narváez de El Mango en Argelia. El colegio iba a ser entregado en el año 2013. Promesa hecha por el gobernador de entonces, Temístocles Ortega Narváez. Estamos hablando de casi una década de retraso. Un verdadero record, un momento a la desidia y la inoperancia de los Gobiernos y las instituciones. La inversión fue de 8.070 millones de pesos a través del Sistema General de Regalías. Con el tiempo se le adicionaron 4 mil millones de pesos. Y ahí sigue, una obra abandonada a su suerte, recibiendo el rigor de la intemperie, lo que genera un gran riesgo de que se pierda definitivamente lo poco construido. Y está claro que para el gobernador actual Elías Larrahondo esta obra no tiene ninguna importancia. Por eso hoy queremos rescatar el esfuerzo casi quijotesco; valiente, franco e iluso, del diputado del municipio de Argelia Víctor Armero, que está luchando por rescatar esta obra y concluirla. Armero ha manifestado en muchas ocasiones su pesar, frustración y desasosiego frente a una obra que esperan más de mil jóvenes. La falta de interés del actual gobernador Elías Larrahondo por esta obra es sorprendente. Tanto así que ni siquiera se ha tomado la molestia de visitarla. Por supuesto la anterior secretaria de Infraestructura tampoco demostró interés en el proyecto. El actual titular de esta dependencia se comprometió ante la Asamblea a intervenir en la obra y al menos ir entregando de forma parcial la infraestructura. Esperemos que así sea y que honre su palabra. Ojalá que la admirable intención del diputado Armero empiece a surtir efectos y resultados parciales y se recupere algo de lo que ya muchos dan por perdido, que se rompa por una vez la desidia, y la perniciosa cultura de dejar abandonas las obras que el pueblo y las comunidades necesitan urgentemente pero que a los políticos no les interesa.